Elegir el conocimiento e incorporar la búsqueda del bienestar a nuestras vidas, no es un capricho ni un pasatiempo, es una necesidad. La Organización Mundial de la Salud nos confirma que existen más de 300 millones de personas que sufren depresión en el Mundo. Es una enfermedad a la que todos estamos expuestos sino creamos consciencia del bombardeo de estrés al que nos exponemos a diario.
La realidad es que sabemos muy poco de cómo ser felices, porque hemos adiestrado el cerebro mediante el proceso de socialización y sus estándares. Inconscientemente, abonamos a lo negativo en nuestros entornos más cercanos como la familia y el trabajo.
Nos cuesta valorar lo positivo día a día. Incluso, a veces, somos incapaces de ver lo bueno. Como tampoco vemos que tenemos la capacidad de visualizar y reconocer nuestras circunstancias como problemas cotidianos que podemos solucionar. Es ineludible confiar y alimentar las fortalezas que tenemos disponibles para enfrentar las situaciones. Tener presente cuáles son nuestros principales valores y esas actitudes que nos ayudaron a vencer circunstancias anteriores. Podemos elegir educarnos para entender lo bueno, al igual que, los retos y aceptar la realidad asumiendo nuestra responsabilidad para avanzar hacia el crecimiento.
Aceptar los hechos es ver los matices, sin buscar culpables y convertir en hábito la idea de que podemos solucionarlo, incluso, encontrar la parte positiva. Según los aportes de la psicología positiva, el 40% de nuestro bienestar depende de la voluntad y solo el 10% de las circunstancias.
No se trata de ignorar, ni evadir la realidad, tampoco de estar feliz todo el tiempo o de reprimir las emociones. Al contrario, se trata de crear consciencia sobre el conocimiento, las habilidades y las experiencias que tenemos y de cómo podemos multiplicarlas cuando elegimos una actitud positiva.
Las personas que gozan de mayor bienestar se conocen, se aman y se valoran a sí mismo, por eso son capaz de disfrutar su presente (aquí y ahora), alcanzan óptimas relaciones sociales y familiares, son resilientes y tienen sus metas claras.
Lo citado se conocen como las fortalezas de la felicidad y están basadas en la voluntad para experimentar el disfrute de las cosas buenas que nos suceden y el equilibrio para gestionar las malas.
Las personas que piensan de manera positiva también tienen pensamientos negativos. La diferencia está en que rehúsan anclarse en ellos y buscan alternativas que le ayuden a tener una vida mejor. Siempre habrá días buenos y días de mayor aprendizaje o pruebas, si los enfrentamos con buena actitud, fluiremos mejor.
Hacer el esfuerzo por trabajar nuestras actitudes desde una perspectiva más optimista aumenta nuestra calidad de vida, disminuye el riesgo de enfermedades y nos ayuda a combatir la ansiedad y el estrés.
La voluntad es el motor de impulso que acompañada de una actitud positiva abre ante nosotros multitud de oportunidades, fuerzas, capacidades y habilidades que creíamos dormidas. Debemos dejar de pensar que somos lo que tenemos o lo que los demás piensan de nosotros. Elijamos descubrirnos, valorarnos y aceptarnos, de esa forma, conseguiremos la armonía con nuestro yo interior y el mundo.
Recuerda que, «La desesperanza anula la voluntad», y de ese valor, depende que podamos ver y sentir los cambios positivos en nuestro día a día.
#CreoEnTuGrandeza para encontrar el equilibrio entre disfrutar las cosas buenas y gestionar las malas con buena actitud.
